EL ESPECTÁCULO ES TECNOLÓGICO

 

El espectáculo actual no es el de la naturaleza, sino el de la técnica. Este es el punto esencial de todo nuestro argumento. La naturaleza no posee en sí nada de bello, nada de espectacular, nada de estético: somos nosotros quienes le damos esos valores modificándola continuamente, representándola, consumiéndola. El descubrimiento del espectáculo, que radica en lo antinatural (más que in-natural) de la ciudad transformada en metrópoli, se remonta al primer gran crítico de la modernidad, Charles Baudelaire, a quien se le atribuye la primera definición coherente de la vida mundana.  «Mundano» quiere decir «dentro del mundo» civilizado, es decir, regulado por las leyes del beneficio, del intercambio de productos, de su ininterrumpida exposición gracias a la iluminación nocturna de los escaparates, que hacen de los bajos de los edificios una única galería de ofertas. Una vida, por tanto, totalmente urbana aquella en la que se mueve el dandi, el viajero mundano, que aborrece la naturaleza y se siente atraído sentimentalmente por la técnica: solo ella es capaz de producir maravilla, la nueva actitud cultural producto de la visión posromántica de la modernidad, de la que Baudelaire, en su artículo sobre el Salón de 1859, se convierte en extraordinario e insuperable intérprete. 
Ernesto L. Francalanci. Estética de los objetos. Antonio Machado Libros. Boadilla del Monte. 2015
[imagen: The Concert in the Tulleries, 1862, Edouard Manet] hasta
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