El sentido etimológico del término «diseño» es «traza, delineación de un edificio o figura». Sin embargo, el uso como apelativo de una determinada actividad creativa le ha ido perfilando un significado más concreto. Escogido como la mejor traducción posible del término inglés design, éste le ha ido transfiriendo toda su carga semántica. Y si bien hoy es una palabra que se utiliza mucho en el lenguaje coloquial y publicitario (se «diseñan» políticas o estrategias lo mismo que vestidos o peinados), el significado correcto lo limita a definir una actividad creativa concreta: la de proyectar la forma de aquellos objetos útiles en los que la función depende esencialmente de esa forma. Así, todo lo que esté relacionado con la moda -es decir, que sacrifica la función al efectismo- difícilmente puede llamarse diseño. Es otra cosa.
El término «diseño» ha de reservarse para definir el estudio serio de los problemas de la forma de las cosas en su relacón de utilidad con el hombre. Esta nueva acepción es hoy internacional y así habríamos de entenderlo también nosotros. De hecho en ciertos aspectos ya lo hemos asumido. ¿O es que cuando se habla de una escuela de diseño alguien puede suponer que en ella se enseña corte y confección?
Antes de que surgiera el diseño como profesión ya existían los modistos, costureras, decoradores y publicistas. ¿Por qué habrían de necesitar ahroa ampararse en un epíteto de nuevo cuño? ¿Es que se avergüenzan de su propia profesión?
Ocurre que, quienes están sujetos a las devoradoras leyes de la moda tienden a apropiarse, para mantenerse à la page, las terminologías ajenas que están en boga en cada momento. Con ello se crea confusión y se llegan a desacreditar los enfoques serios que esos términos definían. Así ocurrió con el famoso estilo funcional de los años cincuenta. Con ese apelativo se quería legitimar unos muebles de patas cónicas, mesas arriñonadas y sillas tapizadas en skai, que en nada eran más funcionaels que un sillón Chester del pasado siglo. Lo cierto es que dejó un hastío por todo lo que se pretendía funcional. Hasta hoy nos llegan sus consecuencias negativas.
La tendencia a la especificidad de un término genérico hacia una determinada área es un proceso frecuente. Por ejemplo, la palabra arte, que significa etimológicamente «virtud, disposición e industria para hacer alguna cosa», también ha acabado por definir a un tipo de actividad crativa my concreta. Ya aningún diseñador, por mucha «virtud, disposición o industria» que tenga «para hacer una cosa» se le ocurriría hoy definirse como artista. Y es que todas las palabras han ido perfilando sus significados con el uso. Hoy es esta nueva disciplina creativa la que, después de haber relanzado el término, reivindica lógicamente su uso exclusivo.
[img. Planos antorcha olímpica. A. Ricard]
[texto. Ricard, A. Una definición de diseño, en: Hablando de Diseño. Hogar del libro, SA. Barcelona, 1986.]